sábado, 5 de enero de 2013

¡Feliz año nuevo! ¡Feliz año viejo! (#MCN2012)

Algunas personas que me conocen, en su mayoría cerveceros locos, saben de mi afición por celebrar la entrada de año con una Cantillon.

Esta costumbre se remonta ya a mediados de los noventa, y milagrosamente he podido repetirla de forma casi interrumpida desde entonces. Esto no hubiera sido posible muchos años sin la colaboración de mis amigos Pere y Rik, así que vaya mi primer brindis virtual del año por ellos. ¡Gezondheid!

Debido a reformas en mi pequeño despacho, este año casi ha peligrado mi antigua costumbre.
Mis botellas de Cantillon Bio están casi inaccesibles, y el día 31 de Diciembre me vi en la obligación de intentar acceder a ellas de forma diferente a la habitual.

Bendita coincidencia.

Mi primera prospección "al tacto" finalizó 5 segundos después de empezar, al encontrar una botella de un tamaño poco usual: una Big Chouffe (1.5 l).

Esta cerveza también proviene de una antigua tradición de nuestro grupo de amigos. Muchos años hemos pasado la Semana Santa juntos, aportando cada uno lo que buenamente podía. Nuestro amigo Pere acostumbraba a traer parte de su pequeño arsenal cervecero, y dado el tamaño de nuestro grupo la Big Chouffe siempre le pareció una buena opción. ¡Y a nosotros también, por supuesto!

Dado que la cena de Nochevieja la celebramos con el mismo grupo de amigos (aunque ahora incluye ya señoras y criaturas de diferentes tallas), a mi también me pareció correcto volver a compartir esta botella, que incomprensiblemente sobrevivió algún año a nuestras míticas y gloriosas timbas de semanas no demasiado santas.

Yo ya sospechaba que la botella tenía algún año que otro, sobretodo visto el sitio del cual la saqué, pero mi (nuestra) sorpresa fue grande al ver la recomendación del lateral de la botella de consumir antes de ... 1998...

Big Chouffe - embotellada en Octubre de 1995
Efectivamente, como se puede apreciar en la imagen, la cosa aún era más viejuna, y el corcho desveló que fue embotellada en octubre de 1995.

¡A-co-jo-nan-te!

La botella descorchó bien, y conservaba todavía todo el gas. ¡Bien!

Intenté el viejo truco de anunciar que la cerveza estaba estropeada, pero mis colegas son supervivientes de celebraciones míticas que incluyen Chimay Grand Reserve añejas, y me enviaron con malas palabras a visitar la fábrica de Heineken.

El cervezote se encontraba en un estado excepcional y lo disfrutamos como si fuera lo último que nos íbamos a beber ese año... ¡lo cual era verdad!

Mi segundo brindis del post va por Pere, y me alegra especialmente que en esta ocasión el también estaba entre los sedientos choufferos reunidos, así que el brindis fue en vivo.


Ya comentado el digno fin que tuvo el venerado caldo de gnomo belga, volvemos a mi despacho donde yo proseguía unas horas antes en busca de una Cantillon perdida.

Mi segunda y última prospección "al tacto" de la tarde se topó con un doble cartón con asa. Entre los dos cartones 3 botellas de 75 cl... ¿Quizá esta vez sí era Cantillón?

¡Bingo!

Tres botellas tres, de Cantillon y variadas. Una Gueuze, una Kriek y una Rosé de Gambrinus.

El estado de las etiquetas presagiaba un drama, y mentalmente empecé a prepararme para lo peor, pero ahí estaban las botellas llamándome insistentemente, así que me decidí a arriesgarme.

Recordando con cariño mi primera visita al museo-cervecería de Anderlecht, elegí la Rosé de Gambrinus como candidata al primer brindis del año, y me llevé la Gueuze "de reserva" por si se torcía la cosa.

Los honores de apertura de la botella correspondieron a Pere, que también me acompañaba en su día cuando compré las botellas así que ¡quien mejor que él!.

Su pericia con el sacacorchos merece ovación y vuelta al ruedo. Los restos del corcho casi se deshicieron, pero ya fuera de la botella.

A diferencia de la anterior ocasión nada de gas, pero al escanciar apareció un poco de prometedora espuma aunque de corta duración en vaso.

El olor horroroso en general, como acostumbra en los lambics, no permitía reconocer si la cerveza era potable (en el sentido de poderse beber) o potable (en el sentido de echar la pota).

Nuestros valientes cerveceros probaron el brebaje rojizo y se encontraron con un santo vinagre de frambuesa, ácido hasta dejar la Alexander Rodenbach a la altura de la cocacola. Un gusto tan extremo nos llevó a preguntarnos si estábamos haciendo bien o nos íbamos a arrepentir a posteriori, intestinalmente hablando.
Después de una primera y corta cata, mis amigos me abandonaron en compañía de la vetusta botella, pero eso no me preocupómucho ya que me ocurre todos los años. El lambic no es una cerveza de mayorías, y en este caso añado que... ¡afortunadamente para mí!

Conforme el nivel de la botella iba bajando otros matices iban apareciendo detrás de la acidez y he de confesar que sentí una gran pena cuando la botella quedó vacía... ¡Buaaaaaaah!

Como por una feliz y asombrosa coincidencia, el culpable de la aparición de este blog también brindó por el nuevo año con una Rosé de Gambrinus, aprovecho para brindar con él al unísono. ¡Va por tí Birraire!

Pues como podéis ver, empecé y acabé el año con dos grandes cervezas.
Y así como finalicé el año 2012 brindando por un feliz año nuevo, empecé el año 2013 brindando por un feliz año bastante, bastante, bastante viejo.  ;)

Y como ya preveía que esta entrada iba a ser larga, y me iba a dar algo de sed... y antes de que se pudiera estropear una cerveza guardada tan celosamente todo este tiempo... pues otra Cantillon al canto, no sea que le de el sol y saque purpurina como los vampiros modernos.

En este ocasión la Kriek (a la derecha de la imagen), ha conservado bastante mejor el corcho que su hermana de frambuesa (a la izquierda) y como se puede leer en la foto: "Bottled in 1995". Otra que tal, y es del mismo lote que la Rosé así que ya sé de que año son las dos.

En esta ocasión la acidez ha quedado más controlada, aunque se mantiene en boca largamente. Una sidra de fruto rojo, aunque empieza más amanzanada. De color me recuerda al preciado y precioso vino clarete de mi tío Tomás, entre dorado y miel, aunque aquí se añaden unos tenues tonos rojizos. Al desaparecer la acidez en boca, viene un final seco más propio de un Gueuze, supongo que el carácter viene marcado por la edad, pero conservando ese gustillo final de la cereza cuando ya sólo queda el piñón en la boca.

Quizá sean notas de madera, o quizá mi imaginación haya volado de vuelta a la centenaria y artesana cervecería de Bruselas y a sus barriles de segunda mano, creo recordar que algunos provenientes de Domecq y Gonzalez Byass.


Releyendo por encima, creo que me ha quedado una entrada digna de un #FFDA o "Finde Fondo de Armario" aunque en esta ocasión ha sido Fin de año, no de semana. Así que tengo motivo de sobras para celebrar con cervezones sin tener que inventarme excusas (que por otro lado también son bien recibidas cuando es menester).

Y como no quisiera finalizar esta entrada, ni esta cervecísima, sin brindar con todos vosotros por un feliz año, pues ahí va mi último brindis de hoy:

¡FELIZ AÑO A TODOS! ¡QUE SEÁIS MUY FELICES Y TOMÉIS UNA CERVEZAS FABULOSAS!

PD: A última hora añado este post al evento virtual #MCN2012 (Mis Cervezas Navideñas 2012), auspiciado por Observatorio Cervecero, uno de mis blogs de referencia. ¡Perdón por el retraso! ¡Vaya despiste el mío!

3 comentarios:

  1. ¡Alegría! Chouffes y Cantillones embotelladas en 1995, buena forma de terminar y empezar :-D.

    Feliz año.

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    1. Feliz año! Te deseo unos felices derivados del agua, lupulados en su mayoría, y con algunos azúcares de cereales maltados mayormente fermentados a gloria de San Gambrinus!

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  2. ¿1995? ¡Madre mia! en ese año me quedaban unos cuantos para tener edad para beber!! jajaja,Me alegra que hayas pasado unas buenas navidades en compañia de buenos amigos y buenas cervezas. Saludos!!

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